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jueves, 21 de marzo de 2024

Proceso electoral 2024 es el más importante de la historia de Venezuela

El abogado larense Jesús A. Jiménez Peraza afirma que es necesario recordar hechos de nuestra historia que nos formaron como pueblo, para empinarnos y asomarnos al futuro brillante que nos espera. 


"Nuestro compromiso es participar y respaldar al o a la líder capaz de ganar, cobrar, gobernar y fortalecer instituciones en forma pacífica", cita el destacado jurista en su artículo. 




@jesusajimenezp.

Se inicia hoy, con la postulación de candidatos, un segmento de importancia vital dentro del proceso electoral 2024, quizás, el más importante en la historia de la Nación.

Es atípico, - cita el doctor Jiménez Peraza - ya que la principal candidata de la oposición al parecer no va a la contienda, conocemos públicamente el hecho, más no las causas de fondo; los partidos tradicionales están judicializados, con directivas designadas por el Máximo Tribunal de la República, y no con la participación asamblearia de su militancia, que por ley tiene la potestad de designar a sus representantes.

Se cumple con un cronograma opaco, propuesto, si se quiere impuesto por un Poder Público diferente al que le corresponde elaborarlo, discutirlo y aprobarlo y, a última hora, fue anulada la participación de una organización de vieja data como es el Movimiento al Socialismo y la de una novel agrupación con base filosófico – política, diametralmente opuesta a él, pero ambos cumplidores de la normativa, Unión y Progreso. Todo este panorama debe servirnos de estímulo para participar.

Los problemas para la escogencia previa de los candidatos y como corolario la del jefe de Estado es un mal estructural del sistema democrático, aunque no exclusivo de Venezuela ni en ésta, se reduce a los nuevos tiempos.

El primer día del mes de septiembre de 1897, se celebraron unos comicios con peculiar mecánica que guarda muchas semejanzas con este bajo trámite, que por cierto, sería el último en muchos años en Venezuela, punto específico en el que no hay parecido entre ayer y hoy, debido a la actual madurez política de nuestra gente. Hoy sentimos el voto como el ejercicio irrenunciable de un derecho constitucional. Ese día se eligió un Presidente de la República por 4 años, que solo duró 1 año, 7 meses y 27 días en el poder porque la Revolución Liberal Restauradora, comandada por Cipriano Castro se encargó de acortarlo, iniciándose la saga de gochos en Miraflores.

A Castro le siguió su compadre Juan Vicente Gómez, con un golpe que alargó su poder absoluto por 27 años. Como quiera que el dictador impusiera sucesiones a su voluntad, no tuvimos elecciones legales, pacíficas y competitivas hasta las regidas por la Constitución Nacional de 1947, que determinó “votación universal, directa y secreta, con tres meses de anticipación por lo menos al 19 de abril del año en que comience cada período constitucional, y en la fecha que determine el Congreso Nacional en sus sesiones ordinarias del año inmediatamente anterior”.

Pero volvamos al 01 de septiembre de 1897. Una larga lista de candidatos graficó las divisiones intestinas, que en la segunda mitad del siglo XIX fue característica resaltante en la política nacional. 20 generales y 7 civiles aspiraron a la silla presidencial, de ellos el 40% obtendría un voto, el propio. 

Los más favorecidos resultaron ser los generales Ignacio Andrade y José Manuel “Mocho” Hernández, aunque con una diferencia abismal de sufragios entre el primero y el segundo, 406.610 y 2.203 votos respectivamente. Durante la campaña Andrade, nacido en Mérida, fue acusado de no llenar los requisitos constitucionales para aspirar el alto cargo ejecutivo.

Regía la CN1893 y la Ley de Elecciones promulgada en 1896, que establecían el cronograma, las condiciones y una mecánica electoral. Los ciudadanos habilitados para votar eran los de todos los estados y del Distrito Federal, en forma directa y secreta, inscritos en un listado elaborado por la primera autoridad civil el 15 de julio del año electoral, quien además determinaría una plaza pública como sitio para celebrar el acto. 

El primero de agosto, los 15 primeros ciudadanos que llegaran a la plaza nombraban de los presentes, refrendados por el Jefe Civil, un Presidente y cinco Vocales, quienes constituirían la Junta Inspectora de las Inscripciones y del Sufragio. El escrutinio correspondía hacerlo a la Cámara Legislativa en el octavo día, exclusivamente, de sesiones ordinarias.

Pero como ha sido constante en nuestro devenir, una cosa dice la ley y otra la voluntad del intérprete, cuando este no es de buena fe. El primero de agosto de 1897, narra el doctor Ramón J. Velásquez en su obra La caída del liberalismo amarillo, cómo la gente del gobierno presidido por Joaquín Crespo, aliado de Andrade, hizo ocupar todas las plazas municipales donde iban a funcionar las mesas de inscripción y votación, impidiéndole a la oposición hacerse representar en ninguna de ellas.

Ni siquiera el candidato Hernández pudo entrar en una plaza caraqueña, ocupada por peones traídos de campos cercanos, con filosos machetes ocultos por una cobija tipo ruana que tenía un agujero en el centro por donde se metía la cabeza, cayendo en cascada y tapando de esta manera casi todo el cuerpo. Fue esta la manera como Ignacio Andrade logró impedir el triunfo del Mocho Hernández, quien en los días anteriores se tenía como seguro ganador por haber recorrido el país con una moderna campaña, al mismísimo estilo de William McKinley, quien acababa de ganar en Estados Unidos, convirtiéndose en el Presidente N° 25 de la Unión y el hecho de ser personaje importante en la época, aunque se había caracterizado por no ganar elecciones como político, ni batallas como militar.

Eslogan importante en el cometido de Andrade fue el hecho de ser hijo del general José Escolástico Andrade, nativo de Los Puertos de Altagracia, héroe de la independencia y el único testigo de la Entrevista de Guayaquil, donde los términos de la conversación fue por largo tiempo un secreto excepto, por supuesto, para El Libertador Bolívar, el general José de San Martín y Andrade.

Su presidencia no estuvo exenta de complicaciones, la viruela azotó todo el territorio nacional; se firmó el Laudo Arbitral de París, hoy en boga ya que resolvió de muy mala manera y con impropia conformación del tribunal, nuestras diferencias sobre Guyana y además, debió enfrentar los alzamientos del Mocho Hernández y la muerte en batalla de su protector Joaquín Crespo, en Mata Carmelera, estado Cojedes, hecho que constituyó un duro golpe político y militar para el presidente Andrade.

Es necesario recordar hechos pasados que nos formaron como pueblo, para empinarnos y asomarnos al futuro brillante que nos espera. Nuestro compromiso es participar y respaldar al o a la líder capaz de ganar, cobrar, gobernar y fortalecer instituciones en forma pacífica. Como bien dijo don Rómulo Gallegos en su Doña Bárbara, somos tierra propicia para el esfuerzo como lo fuera para la hazaña, con horizontes abiertos donde una raza buena ama, sufre y espera. Dios bendiga a Venezuela!


jesusjimenezperaza@gmail.com 
 21/03/2024.



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